lunes, 25 de julio de 2011

El barranco de Villacabras y sus aguas medicinales

Las madrileñas aguas mineromedicinales de Villacabras, están ya casi olvidadas, aun me acuerdo cuando íbamos de pequeños a pasar tardes y merendar allí.
Villacabras, ese paraíso casi deteriorado por el paso de los años y maltratado por las personas que allí dejan sus residuos y demás basuras sin pensar en el daño ecológico que hacen al lugar. El manantial, y la fuente han escavado un barranco en la campiña madrileña, ambos se juntan formando una pequeña cascada que cae al barranco.
Un caño construido con una teja de uralita, hace que el agua de la fuente caiga a un pilón. Este pilón tiene un pequeño lavadero en un extremo.
En el barranco donde cae el agua hay un sistema de captación de aguas minerales muy curioso.
Si nos arriesgamos a caminar por el barranco, veremos que este rezuma agua. Esta circunstancia no les fue ajena a las personas del pueblo, que escavaron en las blandas paredes, construyendo cuevas con estanque interior para recoger el agua. Las cuevas aún se conservan en muy buen estado.
Este agua, se subía a dos pilones de piedra de Colmenar  de Oreja que están en lo alto del Barranco.
Esos pilones, piscinas o piletas en número de dos, servían para calentar el agua en la época que se utilizaban los baños, de Junio a Septiembre. Uno de ellos se conserva bastante bien para el tiempo que lleva construido sin cuidado alguno.
Estos baños eran conocidos por los lugareños por su beneficio para la piel.
La otra forma de utilizar el agua medicinal de Villacabras, era bebiéndola. Es un excelente purgante. Es agua salada.
Este agua era embotellada en grandes vasijas de cristal y enviadas a Madrid. No sabemos cómo los franceses de nuestra capital, se enteraron de las excelentes propiedades de esta agua, pero lo que sí sabemos es que se llevaban los garrafones a Francia y allí los embotellaban y exportaban a todos los lugares del mundo.
Los envíos de agua desde Villaconejos a Madrid, duraron hasta bastante después de la Guerra Civil.
Los carros no llegaban hasta Villaconejos, porque había un camino desde la carretera de Titulcia hasta los manantiales.
Desgraciadamente ese camino por falta de uso se perdió. Los baños se dejaron de usar, y ya quedan solo en el recuerdo.
El Barranco que  forma el arroyo de Villacabras, es  transitable, eso sí, con precaución, y muy bonito de recorrer.
Para adentrarse en el barranco si es posible llevad  botas de agua,ya que  algunas zonas del recorrido estan encharcadas.Si lo visitáis, por favor, cuidad las especies tanto de animales o plantas que allí viven y no tiréis residuos, así conseguiremos conservarlo para que en un futuro, si los dueños no lo cambian, siga estando cada vez más bonito.
BAJADA AL PILON
EL PILON
DENTRO DEL BARRANCO
Bonitas imágenes de este fenómeno natural erosionando la tierra con el paso del agua durante muchos años.

Museo del Melón de Villaconejos: único en el mundo

Si hablamos de melones, resulta inevitable nombrar a Villaconejos.
Y es que este pequeño pueblo de Madrid, muy cercano de la capital, ha ganado fama mundial gracias a esta fruta.
Allí se encuentra el Museo del Melón, único en el mundo, y en el que se cuenta la historia del melón negro, que dio renombre a la villa.

Cuna de meloneros

Este curioso museo se abrió 2003 gracias al empeño de muchos vecinos de Villaconejos pero en particular del de uno de ellos. Fernando Agudo es su impulsor y es quien mejor puede hacer la visita guiada de las salas. En el edificio se han ordenado, desde la plantación a la venta, todos y cada uno de los pasos de la producción del melón pero, también, este museo recoge muchos recuerdos y fotos muy entrañables en las que aparece su familia y él mismo desde que era un niño.
La historia comienza averiguando el origen del melón negro. La simiente la trajo un soldado del norte de África hacia 1900. Era el abuelo de Fernando Agudo. En la visita guiada (gratuita, reservas: tel. 918 938 314) relata cómo ha desaparecido esta variedad y que las que ahora se venden con el sello de Villaconejos son piel de sapo (tipo Sancho) y mochuelo, esta última una auténtica delicia que se paga a precio de oro cada verano, pues la producción es muy pequeña.
El museo conserva utensilios, fotografías muy entrañables que recuerdan el duro trabajo del melonero. “Pasábamos meses fuera del pueblo, por los campos de Toledo, Guadalajara… allí se construían las chozas, muy humildes, y se inciaba el ritual de la siembra”. Un ritual que Fernando explica paso a paso y desvelando detalles curiosos de la labor de cada miembro de la familia, pues había misiones específicas: “los niños éramos quienes metíamos la semilla, la pipa de melón, en el agujerito. Después, las mujeres venían echando un cacillo de agua dentro y cerrándolo”.

El trabajo de los meloneros durante el pasado siglo era muy duro
Una tarea dura. No hay más que ver las fotos que cuelgan en este museo para darse cuenta de cómo era la vida del melonero (y por extensión de cualquier agricultor) en el siglo pasado.
El museo muestra los utensilios y aperos de labranza propios del melonero, algunos mejorados con ingeniosos inventos para hacer más efectiva y liviana la labor.
Mientras se avanza por los pasillos llenos de información y recuerdos, Fernando se adelanta casi al final, cuando una vez recogidos los melones, los vecinos de Villaconejos, con el carro cargado, salían a venderlos a los puestos de Madrid.
Hay unas fotos muy bonitas del Mercado de Ventas que recogen toda esta historia y es el momento en el que el visitante, sin poder evitarlo, pregunta a Fernando (hoy frutero, con un magnífico puesto en el Mercado de Chamartín) cuál es el truco para reconocer un buen melón: “saber de dónde viene… y comprar en un buen puesto, ataja entre risas”. Y es que, nos asegura, “para conocer cómo está un melón con el clásico truco del “cachete”, hay que haber palpado muchos, pero muchos, melones”. Ya pasaron los años en los que melones y sandías se vendían con el reclamo a voces de “a cala y a prueba”.

Arretestinao, pepino o vinao

Lo que sí sigue existiendo, sobre todo entre los meloneros y los amantes de melón, es un lenguaje muy peculiar. Y en el Museo del Melón de Villaconejos se ha reproducido un curioso vocabulario que define sabores y estados del melón: pasao, muy maduro; vinao, con exceso de azúcar que hace que se fermente y sepa a vino; arretestinao, carne apretada y con sabor a pipa; pepino, sin madurar, verde; encalao, la carne tiene huecos; acorchao, sin madurar por haberse cortado antes de tiempo…
La última de las dudas que aborda al visitante es saber cómo puede haber tantos melones con el sello de Villaconejos, ¿todos salen de las tierras de este pueblo madrileño?. Fernando Agudo nos explica también este punto: “No hay tierra para tanto melón, se cultivan fuera de la localidad pero con la semilla autóctona y, así, puede llegar en pleno invierno, por ejemplo, de Brasil. Por eso, cada vez más vemos melones fuera de su temporada natural, el verano”, concluye.
Ahora que está a punto de iniciarse la temporada natural del melón, desde Con Mucha Gula te aconsejamos que te acerques a conocer este museo y alguna de las cooperativas del pueblo, donde vas a poder comprar los mejores y auténticos melones de Villaconejos (Madrid).

Algunos datos sobre el melón

¿Sabías que España es el mayor consumidor de melones de Europa? Pues sí, encabeza la lista con 10,5 kilos per cápita al año, seguido de Italia, con unos 8 kilos, y luego vendrían Francia, Reino Unido, Países Bajos, Suiza, Alemania y Hungría.
También hay que destacar que estamos entre los tres principales productores mundiales, con un millón de toneladas, detrás de China e Irán, aunque hay que señalar que durante mucho tiempo estuvo a la cabeza de la exportación.
El origen del melón parece situarse en el sur de Asia, concretamente en Irán. Se extendió a Egipto, las culturas griega y romana lo hieron muy popular y fue Cristóbal Colón quien lo introdujo en América. En aquella época el tamaño del melón era como el de una naranja, pero a lo largo de los siglo se expandió tanto en tamaño como en tipo.


Detalle del Museo del Melón de Vilaconejos
El melón (Cucumis melo) es una planta herbácea de tallos rastreros y, actualmente, existen más de 800 variedades en el mundo. Según las características de la corteza, del color de la pulpa, del tamaño o la forma, pueden agruparse en tres tipos básicos (verde, cantalupo y amarillo).
El melón verde engloba las variedades piel de sapo, rochel y tendral. El piel de sapo es uno de los más consumidos en España. Su carne es amarillenta, compacta y crujiente. Y su sabor dulce, aromático, refrescante y con mucha agua. Es de forma alargada y suele pesar entre 1,5 y 2 kilos. El tendral es muy similar en la forma, pero su cultivo es más tardío.
(originario de Armenia, aunque tomó su nombre de un pueblo cerca de Roma y ahora donde más se cultiva es en América) tiene forma esférica y la piel es reticulada.

Otra imagen del Museo del Melón de Villaconejos
El cantalupo
Pero lo más característico es que la pulpa es de color salmón y muy aromática. Dentro de los cantalupos está la variedad francesa charentais o melón de Cavaillon. Es pequeño (entre los 500 y los 1.500 gramos) y con carne amarillenta.
El melón amarillo, también conocido como honeydew, es pequeño, redondo y amarillo por dentro y por fuera. Hay una variedad rugosa y otra lisa. El galia es una mezcla, un cruce, entre las variedades cantalupo y amarillo. De forma redondeada, su corteza de color verde pasa a amarillo en la madurez y su pulpa es blanco verdosa. Pesa alrededor de un kilo.


miércoles, 6 de julio de 2011

Villaconejos puede presumir de sus melones

Un estudio destaca la “alta calidad nutricional” del melón de Villaconejos
Un estudio del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural (Imidra) destaca la alta calidad nutricional, así como la dulzura y jugosidad de la carne de las variedades tradicionales del melón de Villaconejos (Madrid). El proyecto de investigación "Caracterización morfológica y molecular del melón de Villaconejos" fue puesto en marcha en 2005 por la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio y ha evaluado 14 ‘cultivares’ locales de Villaconejos para posteriormente compararlos con otras 29 variedades de otras zonas de España. Los resultados de esta investigación constatan también propiedades nutritivas en este producto como el alto contenido en ácido ascórbico o vitamina C, y en betacaroteno, precursor de la vitamina A. Además, este estudio determina que el melón de Villaconejos cuenta con unas características morfológicas como el color negro de su corteza, el tono grisáceo-azulado o las señales doradas en forma de estrella del ápice del fruto.